jueves, 5 de junio de 2014

El primer vuelo de campanilla



EL PRIMER VUELO DE CAMPANILLA



Lo recuerdo como si fuera ayer y esto que voy a            
contar ya hace años, aunque tampoco podría decir
cuantos, ya que no tengo facilidad para recordar fechas, pero seguro que son más de siete. 

Era un domingo espectacular, me pase todo el día en el bosque junto con unos amigos, vaya un disfrute de día.
La zona de Peñagolosa particularmente me parece muy hermosa, con una luz y una energía muy, muy linda.
La gente es amable, cariñosa y te trata bien.
Recuerdo los domingos en Vistabella y sus alrededores con mucha añoranza, me gusta pasear por estos bosques, madrugar para pasar el domingo entre verdes de mil tonalidades, con olores intensos a vegetación y madera.
En el camino de ida siempre iba contenta, feliz de poder correr por sus prados, llenos de trigales, u holgazanear a la sombra de los pinos, o buscar robellones y perder el sentido del tiempo, luego comer en el bar, lo cual implicaba que no tenía que hacer ni la comida, para continuar con otro paseo, con la excusa de bajar la comida y así poder estirar más, el placer de estar disfrutando de la naturaleza y seguir abrazando arboles.
La vuelta era más complicada, significaba volver a la cruda realidad, llegar a casa y más trabajo, obligaciones y preparativos hasta las tantas, para que al día siguiente estuviera todo listo e ir al trabajo.
Bajaba en silencio, aunque la mente no paraba de hablar. No quería bajar por que había un rechazo a volver a casa y a la rutina.
Ese día iba especialmente triste y el conductor del coche callado, también absorto en la conducción y en sus pensamientos.
Yo miraba a través de la ventanilla admirando el paisaje, sintiendo como dejaba atrás a miles de árboles, cuando de repente me veo fuera del coche volando, pensé, ¿estoy chiflada? Retire la vista, pero volví a mirar a través de la ventanilla y seguía allí.
¿Qué hacia fuera del coche? ¿Me había desdoblado? ¿Cómo es que volaba?
No puedo expresar bien lo que sentí, pero era mismamente curioso. Nos mirábamos las dos, yo desde luego más atónita que ella, Ella estaba divertida, por dos cosas:
Una: estaba volando
Dos: mi cara era un poema

Hubo un momento que casi tiene un tropiezo con un árbol, le avise y ella pudo remontar el vuelo y así evitar el golpe. Eso fue otra hazaña, por que se percato que podía subir y bajar, planear y disfrutar del vuelo. Ja ja ja fue un subidón, lo único que tenía que hacer yo, era permitirle volar y ser feliz, de repente se puso a volar acariciando la copa de los arboles con su tripita, riendo por que le hacía cosquillas, planeaba sobre las copas de los arboles jugando, surcando el cielo, subiendo y bajando dependiendo de la altura del árbol.

Recuerdo que le dije que entrara al coche, que ya estaba bien para el primer día, de esa experiencia tan curiosa, me miraba y con sus ojos me decía, NO, no puedes privarme de esto, no puedes privarte de esto, no me creo que me estés pidiendo que renuncie a esto de verdad, no te voy a hacer caso, quiero reír, sentir y divertirme. Siguió riendo y jugando, mientras yo también llevaba una sonrisa dibujada en mi rostro, hasta que se acabaron los arboles y el asfalto nos devolvió a la realidad, entro en el coche, se sentó en mi regazo y volvimos a ser una.

Desam. Ferrández



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