martes, 29 de septiembre de 2015

UNA ESCAPADITA



UNA ESCAPADITA
Es un placer hacer una escapadita al bosque.
Me he ido cuatro días yupi!!!!!
Solo cuatro días, aunque han dado para mucho, me han permitido desconectar del mundanal ruido de la ciudad y conectar con el silencio de la montaña; que paz, que relax. Qué bien le sienta al espíritu romper con la rutina y contactar con otros seres en libertad. Tenía mono de verde y he disfrutado como una enana, riendo cómplice con las risas de mis compañeros de viaje.
El alma descansaba en paz sobre la almohada al apagar la luz, ya que de día volaba libre entre los árboles.
He recorrido bosques espesos donde la luz no atravesaba la densidad de la vegetación, donde se congelaba la piel, aunque nunca el corazón, ya que este allí estaba sin mascara, transparente, sincero, porque no había nada que aparentar, solo había que ser, ser uno con la naturaleza.
A cada paso pensaba que encontraría un gnomo refugiado en algún tronco y aunque no vi duendes las haditas hicieron de las suyas………. Un día, después de hacer una excursión y comer de picnic en plena naturaleza, teniendo mucho respeto en no dejar ni una huella que pudiera delatar que estuvimos allí, nos dirigimos hacia el coche y en ese mismo instante en que retiro la mirada del suelo y la dirijo hacia el bosque, me encuentro con cuatro precioso arbolitos que batiendo sus hojas me saludan, miro los arboles de alrededor, no hace aire y sus hojas están quietas, no doy crédito a lo que ven mis ojos, se lo enseño a mi amiga y las dos buscábamos la excusa del agitar de aquellas hojas, sin encontrarla.
Entonces nos quedamos delante de ellos, dándoles las gracias por el saludo e imaginando como varias haditas con el movimiento de sus alas, sacudían las hojas de los arboles delatando su escondite, las lágrimas brotaban de mis ojos, con una mezcla de gracias porque me habéis permitido estar aquí, gracias por el amor que en ese momento sentí, gracias porque os habéis desnudado delante de mí, gracias por el respeto mutuo con el que nos hemos tratado y mil gracias más; sentí mi corazón y mi pecho henchido de algo sublime que no puedo nombrar…
Aquí las palabras se quedan cortas y frías. Durante un momento nos quedamos mi compañera y yo mirando los arboles sin movernos y llorando de amor.
También había  flores diminutas, preciosas, perfectas, tanto que paraba la marcha para admirarlas, puesto que la meta no era caminar por caminar, si no caminar disfrutando del entorno.
Insectos y animalitos se contagiaban de nuestra risa y felicidad. Alguno hasta permitió ser tocado, mi amiga del alma tiene el don de la dulzura y así hablándoles con amor consiguió más de un besito. Hubo un saltamontes grande que la miraba atento a escasa distancia de ella. Ali con su dedo al lado de la patita del saltamontes y diciéndole lo precioso que era, consiguió que este pusiera la patita encima del dedo de ella, se apoyara y luego le dio besitos en la puntita del dedo, las dos reímos, aunque sin estridencias para no asustarlo, en otra ocasión una cabrita se dejo acariciar entre la valla y en agradecimiento le chupo con cariño la mano.
Con compañeros así es fácil disfrutar de la magia del entorno y ser una misma en todo momento. Fuimos amables, cariñosos y educados entre nosotros y con los demás, de la misma manera la montaña correspondió, con clima cálido, un cielo azul intenso e incluso unas nubes que de tan preciosas que estaban, parecía que un pintor loco hubiera madrugado para acabar su obra justo para la salida del sol.
Gracias queridos amigos del alma, queridos compañeros del viaje, aunque no de este viaje a los Pirineos, sino del viaje de mi vida, los cuatro hicimos piña, estuvimos compenetrados en todo momento, haciendo fácil y mágico este encuentro con la dama de las montañas, para poder captar la esencia preciosa que emana de la misma tierra y se difunde con la brisa.
Gracias, gracias, gracias

Desam. Ferrández





jueves, 10 de septiembre de 2015

HE SIDO ARBOL



He sido árbol
He sido árbol…
Ahora busco las palabras adecuadas para expresar algo vivido en primera persona, sin embargo tengo dudas a la hora de elegir estas, ya que me es complicado explicar sensaciones que ni yo misma tengo muy claras de cómo catalogarlas y por supuesto, no quiero parecer ni chalada ni pedante.
Empezaré por el principio: salí de mi casa dirección al trabajo, iba feliz, cantando, sin pensar en nada más que en llegar al curro y comenzar la tarea que me esperaba.
De repente pasé cerca de un árbol, este se encontraba en una plaza y yo pasaba por la acera de enfrente, me encontraba a unos veinte metros de él y aun así capto mi atención. No sé muy bien qué es lo que llamó mi curiosidad, ya que ni siquiera pasé por debajo de él. Me fijé y aunque no recuerdo que parara, sentí como si todo mi entorno se detuviera, como si personas y vehículos interrumpieran su marcha durante un instante, para permitir que yo conectara con ese árbol.
Hacía bastante aire, mi vestido largo y de un blanco impoluto se agitaba sobre mi cuerpo, al igual que las hojas del árbol se agitaban sobre sus ramas. En aquel corto instante de tiempo sentí sus hojas, como se dejaban acariciar por el aire al igual que mi falda, como se balanceaba todo el árbol sin ofrecer resistencia, a favor del aire. Me sentí hoja, fina, estilizada, larga, sentí hasta el extremo donde acaba la hoja y empieza el precipicio hacia la nada,  a la cual caería si el aire fuera capaz de segar mi tallo.
Pensé…esto no es real, me lo estoy inventando; era un sauce llorón grande, majestuoso e igual la forma de danzar me había cautivado. Busqué en la plaza otro árbol, para comprobar que no iba a sentir lo mismo, sin embargo ese día las sensaciones habían decidido jugar conmigo y para mi propia contradicción, sentí lo mismo con aquel arbusto, era una adelfa preciosa, con flores rosas. Miré sus hojas verde oscuro, también de forma alargada y se repitió la misma sensación que había sentido con el sauce, sus hojas me atrajeron y volví a sentirme hoja, estas danzaban de forma diferente, sin embargo se dejaban llevar por el ritmo que el viento marcaba.
¿Qué me está pasando hoy? Me pregunté. Estaba dudando de mi cordura y a la vez recordé que iba dirección al trabajo, que el tiempo apremiaba y que, aunque lo que de verdad me apetecía, era ir y abrazarlos, me acordé de que no iba sobrada de tiempo. Busqué con premura otro árbol para que me aliviara de esta sensación, que de extraña no la entendía.  Lo localice rápidamente, otro arbusto, aunque este tenía las hojas redondeadas y flores moradas, me detuve en sus hojas y me volvió a hechizar, hasta que me sentí él, miré la flor, pero no me sentía identificada con ella, sin embargo esas hojas que se zarandeaban, estaban a punto de hablarme.
Aparté la vista rápidamente y observé el entorno, era como si se hubiera congelado la imagen, a excepción de los árboles y mi falda que seguían revoloteando; a pesar de ello no tengo el recuerdo de haber dejado de caminar. Observé las sensaciones de mi cuerpo, tenía sensación de nervios en el estomago, me sentía un poco aturdida y hasta un poco mareada, miré a mi alrededor y no había cambiado nada, nadie me miraba, pasaba totalmente desapercibida, no era más que otra mujer que caminaba deprisa por la acera.
Marchaba hacia el trabajo y lo único que pude hacer es volver la mirada hacia el sauce para abrazarlo en la distancia y darle las gracias por lo que había compartido conmigo. Gracias hermoso SER.
Subí un poco desasosegada por la experiencia  y aunque sé que lo he vivido, me queda esa duda en la mente ¿Cuánto de verdad es lo que he vivido? ¿Cuánto fue mi imaginación? ¿Cuánto de real es la sensación que tuve de que la gente se había detenido?
De que pasara un segundo y nada había cambiado. Fue como si yo me hubiera desplazado a otro espacio, en el cual el tiempo transcurría muy, muy despacio y yo hubiera podido vivir todo eso, quizás cinco minutos… no sabría decir, pero al volver otra vez a la acera, era como que un instante se había congelado, cosa que también dudo que fuera real, porque dudo de esas sensaciones, que me suscitan pensar que los demás se han parado para que yo pueda contactar con un hermoso árbol, para que su ser y mi ser hayan podido establecer esa comunicación, donde no hacen falta palabras, donde solo con la sensación de estar en ese momento, prestándole atención , me ha regalado poder sentir, la parsimonia con la que se movían sus hojas, dejándose rozar por ese viento sutil, incansable y cálido que las acariciaba hasta el final.
Gracias
Desam. Ferrández