SAMU CON LIMONERO
¿Qué significa la palabra SAMU?
Trabajo manual realizado con ATENCIÓN PLENA,...estar muy presente en ese trabajo, da
igual el trabajo que esté realizando, desde fregar los platos hasta la tarea más
común o rutinaria que hagamos en nuestra vida diaria.
Voy a contar la experiencia que he vivido mientras sulfataba
un limonero.
Antes de empezar le he presentado mis respetos al árbol, le
he dicho que lo honro, bendigo y respeto, que él tiene la elección de vivir en
salud o en enfermedad, que lo que decida lo respetare, que lo amo, que tiene
poder para lo que quiera y en este momento le tiendo la mano para que sea la única
vez que necesite de mi ayuda para sanar. Me descalzo para estar en contacto con
lo mismo que el, quizás hasta para sentir el veneno igual que el. Si VENENO, porque
para los dos es veneno.
Empiezo a sulfatarlo, veo como las gotas de las hojas se van
uniendo para formar una cascada, van deslizándose, como acariciando a su paso
cada pedacito de hoja, sigue su camino hasta la rama, continua hasta llegar al
tronco, para acabar en la tierra, esa tierra que estoy sintiendo en mis pies. Dependiendo
la cantidad de gotas que se unen bajan más deprisa o menos. Observo la unión de
estas diminutas partículas generando sinuosos torrentes.
El sol esta alto, si miro mas allá, veo como cada gota que
no ha dado en el árbol, lleva un pequeño arcoíris incorporado que brilla hasta
llegar al suelo.
Voy girando a su alrededor para que no quede ningún espacio
de follaje sin mojar, la brisa hace que las gotas vayan hacia la misma dirección, conforme giro
me quedo a favor del aire, esas chispas transparentes caen en mi rostro sintiendo
lo mismo que el árbol, están frescas, pero me desagradan porque se lo que
llevan en su interior, yo me puedo retirar cambiar de sitio, lo pienso aunque
no lo hago. Pongo pensamiento en el limonero que enraizado en la tierra no tiene
posibilidad de huir, ni tan siquiera puede esquivar el rocío continuo cargado
de muerte.
Siento como se estiran mis músculos al alargar el brazo para
llegar a las partes más altas, siento el dolor en mi mano por estar tanto rato
apretando el botón, para que no ceje de salir el líquido cruel, pero sobre todo
siento la tristeza de este inmóvil árbol.
El olfato se une a todos estos sentidos, noto el vapor del tóxico
que entra en mis fosas nasales, un hedor lo acompaña, como avisando de que no
es bueno, me pregunto si el limonero tiene el sentido del olfato. Mientras, en el mismo espacio cantan los pájaros,
absortos en sus juegos, sin darse cuenta de lo que ocurre bajo sus danzas.
Mi mente empieza a valorar y llega a la conclusión de que en
esta acción no hay mucha coherencia, las dudas embargan mi sentir ¿es preciso
matar a los insectos para salvar al árbol?
¿No tienen el mismo derecho de vida que el árbol? Los
insectos pueden emigrar el árbol no. Estoy aplicando la ley del más fuerte,
asesino al débil para salvar al fuerte ¿Qué está sintiendo el árbol? ¿Y los
insectos?
Hubiera abrazado al árbol…. para demostrarle que aunque soy
la ejecutora es por su bien, pero ¿De verdad es en beneficio de alguien? ¿Por qué
no abrazo a los insectos? ¿Quizás es porque no los veo?
Acabo la tarea, la verdad es que no me siento satisfecha,
siento al árbol más que a los insectos, esto también lo puedo interpretar como discriminación.
Solo espero que después de este bautizo el limonero decida sanar y sacudirse de
encima esos bichillos que tanto le molesta, esos chupones de savia que a su vez
luchan por su vida.
Desam. Ferrández