He vuelto al mirador donde nos
conocimos. Aun me parece recordar como en un sueño cuando empezamos
a formar parte el uno del otro. No recuerdo ni el día ni la hora ni
cuanto tiempo hace de aquello, pero si la fotografía del instante en
que te vi. y me atreví a dar ese paso, que fue un pensamiento, pero
resultó una eternidad. Estaba el sol en lo más alto del cielo, el
mar roto en espuma sobre las rocas perennes del mirador. De vez en
cuando un barco rompiendo el cristalino del agua con un surco de
quilla, a golpe de motor o vela. Por un instante quise mirar el
rielar de las olas y su vaivén.
El reflejo del astro rey me cegó y
tuve que girar la vista hacia un punto de menos luz. A la derecha
nadie y a la izquierda tú. Bajo la sombra de una pared medio
derruida, de una casa antigua al borde del paseo, tan antigua quizás,
como las historias mismas que sus ventanas rotas han visto como ojos
mudos, testigos de sueños y esperanzas, algunas, supongo, vivas,
otras muertas.
Ahí estabas, impasible ante los
elementos, leyendo un libro, ensimismada en sus páginas, involucrada
en sus palabras y ausente de todo.
Desgaste el tiempo en mirarte,
observarte, estudiarte. Resultaste una mujer lejana, lejos de mis
posibilidades (pensé), “nunca la conoceré”.Fallé. Pese a que
tenía todas las opciones en mi contra, tragué saliva y me hice el
ánimo para buscar las palabras exactas hacia ti. Solo eran 10
metros, 10 segundos. 10 segundos de incertidumbre, de dudas, de
muchas preguntas y ninguna respuesta. O si. Una respuesta… “NO”,
Ese “NO” retumbaba en mi cabeza como una señal inequívoca de
que eso no saldría bien. Pero como dicen, que con el “NO” se va
a todas partes, eso incluía “10 segundos”.
Tomé valor y decidí seguir mis
instintos más primarios, fue cuando me di cuenta de que una aureola
azulada te recorría de arriba abajo, envolviéndote de ternura y a
la vez de una inusitada calidez. Eso de alguna manera me tranquilizó
para continuar adelante. Te iba a importunar, a interrumpir tú
momento mágico de comunión entre el papel escrito y tu alma. Por
eso debía medir mis palabras. Medir el sentido de mis actos, para no
parecer un “salvaje” a tus ojos.
Se levantó una ligera brisa, tomé
aire, lo solté y volví a mirarte. Algo había cambiado. Tu pelo,
inerte hasta ese momento, inició un baile al ritmo de la ondulación
de su suave y refrescante compás. Algo más había cambiado. Tu
rostro. Ya no permanecía oculto tras la sombra. Ahora resplandecía,
ahora tenia vida. Respiré. Aguanté el aire y continué observándote
desde la atalaya de la distancia. Parecías distintas, ¿no te
conocía?, NO.
Sentí ganas de acercarme, pero algo
retenía mis pies al suelo, algo inexplicable, una voz interior que
me pedía observarte más. Creo que con el paso del tiempo, eso me
ayudaría a profundizar en ti. Sopesabas el libro con las dos manos,
en un principio, pero después de la brisa, solo era uno el que lo
aguantaba, mientras con la otra mano te apartabas el pelo enredado en
tu rostro.
Tus facciones se suavizaban en ese halo
azul, que se fundía en verde sobre ti. Te sentía mas cerca. La
distancia era la misma pero la sensación de acercamiento era mayor a
cada minuto que te observaba. Un parpadeo. Tus ojos parpadearon un
instante y los míos también. Se cruzaron nuestras miradas. Unas
miradas perdidas se encontraban por fin. ¿Y ahora? Ahora no tenía
más remedio que ir hacia ti. Ahora era el momento.
Una extraña fuerza retenía mis ojos
en los tuyos. Tú no rechazaste mis ojos y sus dudas. Eran dos pozos
oscuros, profundos, con ansias de saber, con mil preguntas y mil
respuestas, con una chispa que me atraía hacia ti sin mover los
pies.
Me invitaban entrar en tu intimidad
hacia la lectura, hacia tu vida y tu alma. Intenté esbozar una
sonrisa (nunca se me dio bien). Un calor me subía desde el estomago
a la garganta y un frió me recorría la espalda. Cada paso que daba,
más fuertes eran eses sensaciones. Sonreíste. Eso me alivió un
poco. Cambiaste de postura, tus piernas cerradas hacia un lado,
introspectivas, giraron hacia donde yo estaba, continuabas
apartándote el pelo. Ese pelo negro, largo y profundo como tus ojos.
Me resultó curioso que teniendo el
pelo tan oscuro, fueras tan blanca de piel. Una piel blanca, sin
pecas, sin manchas, sin imperfecciones, tan irreal. Continuaba
andando y viéndote. El libro parecía un ladrillo de esos que tienes
que leer en verano y hacer un trabajo para recuperar nota en
septiembre. De esos que está mejor aguantando la pata de la mesa o
la silla coja, antes que tener que leerlo.
Y una sensación cálida volvió a
recorrerme. Cada vez estaba más cerca.
La comunicación no verbal parecía que
funcionaba. A cada paso que daba tú azul se tornaba blanco y tu
rostro se iluminaba y mis miedos desaparecían. 1 metro y estaba
allí. 1 metro y todo acabaría o empezaría. Prefiero pensar lo
segundo.
Hice un gesto hacia el banco,
pidiéndote permiso para sentarme, tú asentistas con la cabeza y
repetiste el gesto. Así lo hice. ¿Qué te hacia sentir tan
involucrada en la lectura? Pronto lo averiguaría.
El libro, como dije antes, era un tocho
impresionante, con un titulo en letras grandes, en un idioma
incomprensible. No reconocí la lengua en la que estaba escrito.
Conozco varios idiomas y me era ilegible. Pensé que eso seria un
inconveniente a la hora de entendernos.
“Hola”. Fue mi primera palabra. No
contestaste. Sonreíste más y no pronunciaste palabra alguna por la
boca, pero en mi mente sonó un “hola”.Curioso. mientras estaba
sentado, jugaba con mis manos en un claro y puro estado de nervios.
(La primera vez siempre pasa).Notaste mi estado e hiciste algo que no
esperaba…pusiste tu mano en la mía. La noté fría y cálida a la
vez. Miré hacia abajo y noté tu energía amarrándome, miré tus
ojos y sentí tu fuerza en los míos.
Un imán me atraía hacia tus labios…
¿iba muy deprisa? No sé. Entorné la mirada, buscando tus labios en
la oscuridad. Un beso. Tu mano frenó mi primer intento. No querías
correr tanto.
Iniciaste un juego al que me ofrecí
con gusto. Tus manos acariciaban mi cara, quizás con extrañeza y
curiosidad a la vez, buscando algo que no deduje que seria. Frente,
ojos, y labios, ese fue el recorrido.
Me dejé llevar. Cuando parecía que
habías terminado la inspección volviste a empezar pero esta vez
recreándote más tiempo en mis facciones, tan distintas de las
tuyas. Esta vez en vez de una mano, usaste las dos, dejando en el
banco el libro. Curioseando. Esa sería la palabra.
Agarraste con fuerza ambos lados de mi
rostro, lo acercaste al tu
yo y se produjo el milagro…un beso. La
aureola mágica que te envolvía, ahora me pertenecía también, ese
color azulado y cálido me arropó como en un sueño y ya no tuve
miedo.
Miedo de estar allí, miedo de seguir,
miedo al después….Pese a tener mis sentidos hacia a ti al 100%, no
había notado tu olor.
Tu olor era una dulce combinación
entre lo salino del mar y el fresco rocío de unas flores en un
amanecer. No lo tenía claro. La cuestión es que cada vez me sentía
mas calmado y tranquilo a tu lado.
Un segundo beso me elevó al cielo. Mi
cuerpo se estremeció y perdió su propio peso. (Silencio).
El tercero nos unió en un abrazo sin
fin. Perdimos la noción del tiempo y el espacio.
No existía nada más allá de nosotros
y el momento. Era indescriptible. Creo que ese fue el momento en el
que me enamoré.
No conocía tu nombre y no sabia si
entendías mis palabras. Solo quería que ese momento durara toda la
vida. Un golpe de mar ensordecido, desequilibró mi mente y en un
instante regresé a la realidad. Tal vez fue un sueño, no se, solo
se que tu esencia vive en mi para siempre.
FIN.
Xavi molt molt bonic com tu¡
ResponderEliminarGracies!!!
Eliminar