CUANDO LA MUERTE ACECHA
Los humanos tenemos claro que el final de esta vida es la
muerte, pero cuando se sienta a tomar café con nosotros, ahí, nos desmoronamos,
suplicamos tiempo.
¿Cuánto tiempo se necesita para entender que la misión por
la cual vinimos ya ha expirado?
¿Cuánto tiempo necesitamos para dejar zanjadas todas las
cuestiones?
La muerte, esa gran conocida, y aun así le hablamos de
usted, porque quizás no queremos conocerla en profundidad.
Ella nos acompaña desde que nacemos, muchas veces ha comido
con nosotros, aguarda paciente en el cómodo sillón de la sabiduría, sabe que
solo necesita esperar sin hacer nada, para al final caer rendidos en sus
brazos.
Cuando ella se sienta en nuestro jergón, la miramos de
soslayo, retirando pronto la mirada, no sea que se percate que la hemos visto y
ya quiera llevársenos.
A veces acompañamos a un alma que sabemos esta en el último
trayecto y le hablamos dulcemente para que no tenga miedo en emprender ese
viaje tan ansiado, incluso hay apoyo de la luz y aun así el cuerpo se aferra a
ese último aliento de vida, para no se…quizás el miedo a la pérdida de un
cuerpo gastado y conocido hasta el más pequeño rincón, nos mantiene aquí, con
más ahínco que fuerza, si supiera lo que le espera en ese magnífico viaje, posiblemente
no tendría tanto apego a esto, que es lo único que reconoce como real.
Aun así, no nos mete prisa, nos da el tiempo que
necesitamos, hasta que se pone de tiros largos para bailar con nosotros la
pieza cumbre, nos abraza con fuerza mientras sostiene el cuerpo, permite al
espíritu desencarnar y seguir su anhelado camino, para encontrarse en el
paraíso estelar con el resto de coleguitas, energías brillantes que se saludan
tras haberse reencontrado.
Los que han vuelto de este viaje, cuentan que es un camino
de luz brillante, donde sin palabras hay entendimiento y por fin comprensión.
A veces la muerte nos pisa los talones, la tenemos tan cerca
que sentimos su aliento en la nuca, erizando todos nuestros cabellos, porque
aunque no seamos capaces de verla, si la reconocemos.
La muerte se esconde con facilidad, hay demasiados espacios
donde nadie la ve, hasta que sale a cobrar su siguiente pieza, coleccionando
cuerpos como si fueran trofeos.
Cuando al final me elija como su pareja para mi último baile
¿Cómo reaccionare?
Me gustaría dejarme llevar, sintiendo la magia del momento,
maravilloso instante en el cual se detiene el tiempo para darme cuenta de lo
que realmente soy, dejarme deslizar suavemente para salir de mi precioso traje,
este que ha trabajado codo con codo conmigo, viendo como desaparece la
“preocupación” terrenal, para pasar a la expansión energética. Sintiendo como
las células se detiene en el cuerpo, pero siguen vibrando energéticamente en el
cuerpo sutil.
No es que tenga ganas de este baile, pero ya sé que la
recibiré con tacones y con mis mejores galas, ya que la ocasión lo requiere.
Ahora comprendo cuando se amortaja a un cadáver, porque se
le viste con su mejor traje, porque los familiares saben que la muerte va con
esmoquin.
Desam. Ferrández