CAPERUCITA
Había una vez una adolescente alegre, siempre con la sonrisa
preparada en sus labios, miraba a los ojos, era sincera, transparente, ayudaba
a la gente en lo que podía y aunque vivía en un mundo de lobos, era feliz. Sus
amigos no entendían como podía reír tanto, ya que conocían la vida que llevaba.
Su mama le obligaba a ir todos los días a llevar comida a su
abuelita, esta era como Caperucita, siempre contenta, jovial. Sus piernas ya no
acompañaban a su cerebro, todavía despierto y con ganas de dialogar, por eso
Caperucita le tenía que llevar el alimento. La nieta, nunca se quejaba de los
kilómetros que separaban su casa de la cabaña de la yaya, aunque sí pensaba,
que sería más fácil si la viejecita viviera con ellas en su hogar, pero claro
está, la madre no lo permitía.
La niña no entendía que pasaba con su madre, ni porque
odiaba tanto a la anciana. Para ella era la abuela perfecta, las dos se pasaban
horas charrando, tomando limonada y riendo. Cuando la pequeña llegaba a casa y
le contaba a su madre lo que se habían reído, esta montaba en cólera y le
mandaba a fregar el suelo, no quería que le contara nada de esa bruja, a la
cual, estaba obligada a mantener con su precario sueldo. Todo el día trabajando
de sol a sol, para llegar a duras penas hasta final de mes, la tenía muy
cabreada con el mundo y hasta con su propia madre.
Caperucita para llegar a la choza debía de cruzar el bosque,
un lugar con espesa vegetación y todo tipo de animales, había un lobo que se
unía al camino con caperucita, porque esta siempre le llevaba algo de comer y
ya se habían hecho amigos. Al principio le había dado miedo, pero este se
mantenía en la distancia, observándola…Hasta que un día una zorra se dispuso a
atacar a Caperucita, entonces salió el lobo defendiendo a la niña, por lo qué
la zorra tuvo que huir con el rabo entre las piernas, desde entonces la
muchacha tiene un nuevo colega, el lobo. A partir de ese momento Caperucita habla con su amigo, también con el resto de bichos del bosque. Sin miedo
y con su risa, atraviesa la distancia hasta llegar al destino.
La quinceañera cantaba por el camino, daba gracias a las
flores por adornar de manera tan bella ese lugar, también agradecía a los
animalitos por poder disfrutar de su color, de su actividad, valoraba cuanto le
rodeaba, por la paz que le aportaba y así fue creciendo feliz y con un corazón
tan grande que abarcaba todo su pecho, amaba todo cuanto podía ver, desde ese
hermoso lugar hasta todos sus amigos y familia.
Colorín colorado este cuento se ha acabado. Aunque para mí es
un ejemplo y no un simple cuento.
Desam. Ferrández
No hay comentarios:
Publicar un comentario