viernes, 20 de febrero de 2015

CUANDO LA MUERTE ACECHA



CUANDO LA MUERTE ACECHA
Los humanos tenemos claro que el final de esta vida es la muerte, pero cuando se sienta a tomar café con nosotros, ahí, nos desmoronamos, suplicamos tiempo.
¿Cuánto tiempo se necesita para entender que la misión por la cual vinimos ya ha expirado?
¿Cuánto tiempo necesitamos para dejar zanjadas todas las cuestiones?
La muerte, esa gran conocida, y aun así le hablamos de usted, porque quizás no queremos conocerla en profundidad.
Ella nos acompaña desde que nacemos, muchas veces ha comido con nosotros, aguarda paciente en el cómodo sillón de la sabiduría, sabe que solo necesita esperar sin hacer nada, para al final caer rendidos en sus brazos.
Cuando ella se sienta en nuestro jergón, la miramos de soslayo, retirando pronto la mirada, no sea que se percate que la hemos visto y ya quiera llevársenos.
A veces acompañamos a un alma que sabemos esta en el último trayecto y le hablamos dulcemente para que no tenga miedo en emprender ese viaje tan ansiado, incluso hay apoyo de la luz y aun así el cuerpo se aferra a ese último aliento de vida, para no se…quizás el miedo a la pérdida de un cuerpo gastado y conocido hasta el más pequeño rincón, nos mantiene aquí, con más ahínco que fuerza, si supiera lo que le espera en ese magnífico viaje, posiblemente no tendría tanto apego a esto, que es lo único que reconoce como real.
Aun así, no nos mete prisa, nos da el tiempo que necesitamos, hasta que se pone de tiros largos para bailar con nosotros la pieza cumbre, nos abraza con fuerza mientras sostiene el cuerpo, permite al espíritu desencarnar y seguir su anhelado camino, para encontrarse en el paraíso estelar con el resto de coleguitas, energías brillantes que se saludan tras haberse reencontrado.
Los que han vuelto de este viaje, cuentan que es un camino de luz brillante, donde sin palabras hay entendimiento y por fin comprensión.
A veces la muerte nos pisa los talones, la tenemos tan cerca que sentimos su aliento en la nuca, erizando todos nuestros cabellos, porque aunque no seamos capaces de verla, si la reconocemos.
La muerte se esconde con facilidad, hay demasiados espacios donde nadie la ve, hasta que sale a cobrar su siguiente pieza, coleccionando cuerpos como si fueran  trofeos.
Cuando al final me elija como su pareja para mi último baile ¿Cómo reaccionare?
Me gustaría dejarme llevar, sintiendo la magia del momento, maravilloso instante en el cual se detiene el tiempo para darme cuenta de lo que realmente soy, dejarme deslizar suavemente para salir de mi precioso traje, este que ha trabajado codo con codo conmigo, viendo como desaparece la “preocupación” terrenal, para pasar a la expansión energética. Sintiendo como las células se detiene en el cuerpo, pero siguen vibrando energéticamente en el cuerpo sutil.
No es que tenga ganas de este baile, pero ya sé que la recibiré con tacones y con mis mejores galas, ya que la ocasión lo requiere.
Ahora comprendo cuando se amortaja a un cadáver, porque se le viste con su mejor traje, porque los familiares saben que la muerte va con esmoquin.
Desam. Ferrández
                                         




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