domingo, 18 de octubre de 2015

CONVIVENCIA



CONVIVENCIA
Qué bien convivimos las personas en este planeta.
Si, y no me refiero a la convivencia entre razas, si no al compartir espacio personitas tan dispares como un bebe o un anciano.
 Incluso en un mismo hogar se cubren las necesidades de todos, por muy variopintas que sean estas. Al igual que los ritmos, estos acoplan los unos con los otros por diferentes que aparenten ser.
En una sociedad donde la prisa es la tónica habitual, me llama la atención como se llega al entendimiento. Algo rutinario como ir a la escuela, se puede desmigar, me explico; si todos los días me sentara en un banco delante de la puerta de un colegio, comprobaría que la historia de un niño es diferente cada día, sin embargo la tónica del recorrido será la misma. Hay madres/padres que después de dejar a los peques en buenas manos se van a trabajar y por la inercia de la prisa llevan al niño casi en volandas, para que lleve el ritmo de ellas/ellos, claro está el niño renegando, porque no le da tiempo de ver lo que le rodea. Otras/otros intentan llevar el ritmo de los mocosos, hasta que pierden la paciencia ya que el pequeño encontró un hormiguero y decidió contar la cantidad de hormigas que pueden estar en tan poco espacio.
¿Qué pensaran esas pequeñas mentes de nuestra vida? ¿Como nos verán? Tal vez como gigantes ocupados, siempre de aquí para allá y por supuesto corriendo.
Correr, ¿Para qué? Lo pienso…. Si corro puedo hacer más cosas, aunque si las que hago, no las vivo como si nunca las hubiera hecho, lo único que gano es el premio a la rapidez o a la estupidez jeje.
Los niños llevan un ritmo inquieto, no paran, parece que siempre estén alertas, siempre en movimiento, sin embargo si en ese devenir algo atrapa su atención, son capaces de parar durante minutos, dedicándole todo su entusiasmo, como si el resto no existiera. Eso es atención plena, algo que a mí me cuesta muchisisisimo mantener, sin embargo ellos lo llevan de serie jiji.
Estos personajillos han de llevarse bien con el resto, mirándolo así me parece complicado, que por ejemplo un adolescente, con sus pensamientos e historias, en el que todo es vital, porque  las hormonas hacen que esto sea así, tengan que fusionar el ritmo con el peque que está en casa ¿Cómo congenian? ¿Cuál se acopla al otro?
Luego entran los padres encargados de educar dos generaciones dispares y que bien lo hacen, parecen magos sin chistera, aunque con un corazón enorme. Atender a un adolescente es para tirarse de los pelos, yo me acuerdo de mi adolescencia y vaya aun siendo una niña dócil y muy adulta, era difícil que me acertaran las cosas, siempre en el otro extremo. Por muy buena actitud y las mejores aptitudes para enseñar por parte de los progenitores, comprendo que algún grito salga de esos cuerpos cansados, que esperan descansar al llegar a casa después de su larga jornada laboral y se encuentran con que han de seguir con tarea y toreando a los personajes de su obra llamada vida.
En algunos casos añadimos al anciano que tiene que acoplarse al batiburrillo anterior, estos por lo menos ya tiene experiencia de cómo llevar a los jóvenes, ya que la película se repite, lo único que cambian son los actores. Estos individuos se amalgaman en el calor del hogar, creando una familia nada atípica, donde el amor parece el moderador principal, para que cada uno aun siguiendo su guion, este pendiente del resto de los componentes y que todos puedan convivir cómodamente.
Esta variedad de personalidades las podemos encontrar en nuestro ámbito laboral, donde compañeros totalmente diferentes, han de entenderse para desarrollar su faena con buen ambiente, donde el trabajar codo con codo con otro compañero siempre es enriquecedor, aunque de un poco de vértigo que nos invadan nuestro espacio. Aquí todavía se nota más lo bien que convivimos es este planeta, porque a diferencia de la familia, en el trabajo no nos mueve ni el amor, ni el querer educar al otro, casi diría que nos mueve la supervivencia.
Y así seguimos coexistiendo con el resto de población, en cualquier lugar y en cualquier situación, adaptándonos a los otros congéneres lo mejor que podemos. También es cierto que si yo me dirijo con una franca sonrisa al otro, igual se hace más llevadera cualquier fricción o conflicto que el otro o yo misma pueda estar viviendo en dicho periodo.
Sigo pensando lo fácil que lo hacemos y lo difícil que parece. Esto lo puedo extrapolar a cualquier situación, en la que he de cohabitar con personitas preparadas a entrar a escena de mi obra personal, solapándose a la vez con la obra de otro individuo. Dicho así parece que suframos de un encantamiento similar para que nuestros cuerpos encajen perfectamente y cualquier brete que surja sea para darle interés a la función.
Convivencia y por ahí he empezado, respeto, educación y amor se aprecia en esta hermosa palabra.
Desam. Ferrández


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