domingo, 16 de noviembre de 2014

LA LUZ



LA LUZ
Me siento bien cuando la luz se apodera y desbanca a la oscuridad.
Después de otra pequeña batalla en la cual el vencedor es el amor y el raciocinio, me digo a mi misma BIEN DESAM. BIEN.
A veces me dejo enganchar en luchas que sin ser propias me hacen tambalear y sentir que voy contra corriente.
Estas no me convienen, me hacen perder el equilibrio, perder la cama, que con tanto ahínco, trabajo en la meditación diaria, para llevarme a un mar de confusión, en el cual ni la mejor balanza es capaz de mostrarme como volver al equilibrio, sino mas bien el caos se apodera de los dos platos, desestabilizándolos continuamente de un lado a otro y yo con ellos, de arriba abajo sin poder ser imparcial ante el caos.
En un momento de lucidez salgo del ruido para ser observadora y conseguir ver el camino para la solución del conflicto, respiro profundamente, tomo ímpetu, para dar el primer paso con energía, estoy agotada, pero al conseguir ver el camino, me empodero y con energía renovada camino recta con la convicción de hacer lo que es necesario para mi estabilidad, ser coherente con mis propias convicciones es importante para mí.
Cuando vivo en los valores que he ido adquiriendo, donde creo que el amor, el buen hacer y el compartir son los que me hacen vivir plenamente, es entonces cuando soy coherente con mi sentir. Para eso necesito tranquilidad y no dejarme zarandear por corrientes toxicas y mi propio disco rayado, que este, a pocas alas que le dé, ya se engrandece y coge las riendas de mi pensamientos, anulando mis ilusiones con un monologo insulso y carente de sentido.
Pero bueno, conforme digo al comienzo de esta carta, la luz ha sido la ganadora y se ha restablecido la calma y alegría. Esta última se había alejado solo una semana, pero la he echado a faltar enormemente, acostumbrada a la risa fácil nada más abrir los ojos.
Bien, me hago la ola, no porque supiera solventar el caos con dignidad, sino mas bien porque la lección ha sido grande y he elegido el camino del amor y no, el del juicio.

Desam. Ferrández



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