martes, 2 de septiembre de 2014

FOTOGRAMA



Gracias, gracias, gracias
Gracias querido universo, por que para poder desplazarme tengo, dos piernas sanas, una bici y un coche. Tengo la grandísima suerte de poder elegir el vehiculo que me apetece en cada momento.
Hoy he ido en bici y me encanta admirar el paisaje que trascurre a mi lado, como si fuera él, el que se mueve en vez de yo.
Me gustaría saber pintar, para plasmar en un lienzo en blanco, lo que dice este magnifico paisaje. No quiero una foto fría, quiero trasmitir en colores, ese precioso fotograma que entra por mi pupila y llega al cerebro, despertando sentidos y sentimientos dormidos hasta ahora.
Pero como no se pintar, lo voy a intentar con la palabra.
Primer fotograma:
Un huerto de alfalfa en plena floración, con su tono malva precioso, a continuación una alquería abandonada, pero integrada en el entorno, como si estuviera toda la vida allí y de fondo las montañas del desierto de las Palmas, el marco perfecto para esta instantánea.

Segundo fotograma:
Una villa grande, magnifica, opulenta, espectadora de todo lo que esta a sus pies y encima de ella unas nubes suaves, esponjosas, de varias texturas y colores, que con calma se dejan llevar por la poca brisa. Eternas observadoras sin tiempo, sin prisa que van disfrutando del todo y de nada, simplemente ahora era el momento de pillarlas, mañana a saber donde y como estarán, por eso es valioso el instante por que después ya hay otro diferente, por muy hermoso que sea el primero.

Tercer fotograma:
Huertos derrotados por el paso de los años, en los que los árboles todavía luchan por dar un poco de color al entorno marrón, una lucha ardua para hacer lo único que saben hacer y yo, al verlos me remonto al pasado, donde habían árboles frondosos, jóvenes, con ganas de vivir, por que una mano amorosa se ocupaba de ellos, desde donde estoy se divisaban filas interminables de naranjos saludables, sonriendo al sol, el mismo sol que hoy quema sus ramas desnudas, que se niegan a abandonar la tierra , quizás con el recuerdo de esas manos que tantas veces les acaricio las hojas y seguro, que contó algún secreto.
DESAM. FERRANDEZ






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